Sólo acércate y déjame a
tu lado,
no
escuches a los vientos mentirosos
que
hasta en lo más profundo de los pozos
meten
cizaña en el callado estrado.
Los
cierzos juegan con el aire airado,
mueven
las hojas a su gusto, sosos...
y
pronto, a raudales, sus destrozos
causan
un mal cardiaco al más osado.
Que
digan lo que digan, ¿y qué importan?
Ignora, pues, las voces en los vientos
que van
y vienen sin remordimientos.
Que tus
oídos no les hagan caso,
porque
les quede al último su ocaso,
y si no
mueren, su veneno acortan.
Osfelip Bazant
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